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lunes, 25 de febrero de 2013

La frágil naturaleza de los silencios



Una noche exclusiva para el silencio.
Se mordió los pellejos de los labios como si su carne fuera una pesadilla, el miedo en su rostro cuando le dijo, con los ojos, que admiraba su extraño cerebro; un momento incómodo, tal vez, o una lección de medicina en un slow motion discreto.


Parecían jóvenes sinceros y parecía eso un festival de silencios sin edad, sin embargo las perforaciones en sus pechos comenzaron a provocarles una sensación tan liberadora como opresora y la voz subió por sus cuellos, se deslizó por la pared, realizó varias volteretas y formó un camino por los orificios del oído inverso.
Qué susto. Se impresionaron porque aún no aceptaban la existencia del diablo, pasó el  sarcasmo desapercibido y se tropezó con un lamento. Quedaron callados de nuevo contribuyendo a mutaciones en los ecos.


Qué poco preciso y qué poco nítido describir así ese momento, como un cocodrilo sin textura,  como una falda sin viento.

La frágil naturaleza de los silencios es tan delicada que quizás ni el tiempo…