Tal vez él no hubiera contestado nada, tal vez solo hubiera
caminado tres pasos hacia el horizonte y dado vueltas en cículos hasta que ella
reaccionara. Es trabajoso escribir sobre ellos, porque todo es en tercera
persona del singular y eso nunca es fácil, eso nunca es seguro y no se sabe si
la historia seguirá o nunca sucedió. Lo seguro es que él decidió vender sus días
y semanas por estar con ella. Y ella renunció a sus sábanas de franela para
acostarse en el suelo a su lado. Los dos necesitaban un lugar donde no fuera lo
que es y donde solo importara el estoy. Ninguno sabía amar, pero amaron. Ninguno
sabía hablar y callaron y escucharon las voces del viento, que eran las suyas.
Ella se inquietaba cuando no lo tenía; él contaba los minutos para hacer posesión
de su cuerpo, de ella entera, posesión de-los-dos-juntos. No estoy seguro de lo
que sentían, pero lo puedo imaginar porque un día los vi juntos y otro separados.
Juntos eran madera y fuego, juntos eran fogata ardiente. Separados solo la vi a
ella, trasformada en un montoncito de cenizas. No hicieron nada porque no había
nada que hacer más que no abandonarse por completo. Tal vez si la música
hubiera estado más arriba o más abajo, o si las calles de cantera fueran más
largas. Tal vez si varias cosas…estarían juntos.
Yo me abstengo a observalos y escucharlos, desde lejos,
porque de cerca me quemo y es mucho calor para mi corazón.