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lunes, 27 de febrero de 2012

Cactus

Una gota de agua clara escurre desde la punta del vaso, como para procurar hacerme soltar mi sal y uno de esos negros, a los que llaman refrescos pero no refrescan ni a un cactus, compite al lado, como para procurar hacerme callar la sal. Yo me quedo estática, sin mirar ni a uno ni al otro pero a los dos a través de las tantas dimensiones en las que existo. Si tan solo fuera un cactus o algo más verde, no una moneda, tirada en el banco de monedas, esperando ser recogida y lanzada a la fundidora de metal. Mi cuerpo jala la sal que me queda en cantidades minúsculas por todo el cuerpo, la sube a los ojos y la nariz pero me espino con el cactus que llevo dentro y me reseco con eso negro y no sale la sal.

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