Se acostó con los demás en el pasto verde y recién cortado
del jardín de su escuela, en un punto cómodo y alcochonado del círculo.
Atenta, escuchó lo que todos tenían que decir. Les comentó
alegremente su opinión hacia ese tema frustrante y desdichado para los otros.
Se asombraron y después sus rostros se unieron a las sonrisas. Comenzaron todos
a reír. Ella veía como el sol los aplastaba suavemente, casi como una caricia
que le llegó también con el viento. El olor a hierba y jazmín se le metía por
los codos, su respiración era tranquila y profunda, sentía sus palpitaciones
por todo el cuerpo y no había señales de lluvia. El perro vagabundo se acercó a
su lado e imitó su posición de rana voca arriba. Las nubes se veían realmente
blancas y el cielo era el fondo perfecto para las copas de los árboles. Se quedaron callados todos por un segundo, apreciendo en silencio lo mismo que ella.
Se quiso quedar ahí para siempre y le dijo al mundo: <<En este
momento soy verdaderamente feliz>>.
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