Pensé que con los años ese sentimiento pasaría. Me sigo
sintiendo como un viejo viajero, con los ojos cansados y un vaso vacío en la
mano. Sigo sintiendo que si no te alejas un poco, te clavaré el bastón y la
sombra.
“Ten cuidado, mujer, que tengo sed.”
Por minutos me siento joven de nuevo y bailo un poco y me
pongo un sombrero grande; pero me veo al espejo y la comodidad fría me traga.
“Ten cuidado, mujer, que tu boca puede destrozar al mundo y
el mundo no necesita eso”.
Después con una danza moribunda, me acuesto en el jardín a
contemplar el cielo, que se parece a tus manos que dibujan pequeñas nubecillas
en mi pecho.
Ahora mi corazón está en el umbral y camina sonámbulo.
“Ten cuidado, mujer, peso toneladas de cosas transparentes y
no sé como despertar.”
Pero yo se inundar papeles vacíos y abrazar a los genios. A
veces las cosquillas vagan más lejos y me cambio el disfraz.
“Ten cuidado, amor mío, también me suelo perder.”
Quisiera poder besarte.
Evitar el juego, rendirme y suspirar.
“Mientras tú, muchacha desnuda, hurgas entre lo que pensé
que era mío, y yo, hombre momia, te busco en ese mismo bonche de ropas; en
silencio los años pasan y se burlan de nosotros al otro lado del río.”
“Ten cuidado, mujer, cuando el mundo nos conceda la música.”
“Ten cuidado, mujer, cuando los colores del bosque se
vuelvan nítidos.”
Cuando duela lo que escupes de tu boca, tú ten
cuidado, amor mío.