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martes, 30 de octubre de 2012

Sirena


Sus manos, vírgenes pero vigorosas, me desvistieron rápido. Chillé recordando la última vez.
“¿Será como la última vez?”.
”No. Será diferente.”
Lo ayudé a quitarme las medias.  Ambos nos asustamos: mis piernas estaban pegadas, como de sirena.  Expandí las pupilas para afrontar lo peor: no era un sueño.
“Quisiera susurrar a tu oído todo lo que te aguarda.”
Sacó unas grandes tijeras. Brillaban como el fuego bajo la luz roja de la lámpara.
Las afiló ligeramente.
Comenzó cortando la punta del dedo gordo de mis pies. Me sentí como una oveja siendo sacrificada, pero me dieron cosquillas y olía a mar.
Me besaba al mismo tiempo. No paraba de besar mis piernas mientras las cortaba. En sus ojos no había ninguna señal de maldad y tarareaba una melodía caramelosa. Se me arqueó la espalda y volteó a verme, fascinado.
“No deberías mirar esto.”
Mis piernas dejaron de sangrar y se regeneraron cual lagartijas. Traté de que no me encantara esa sensación, traté de pensar en chacales o en guerras, traté de huir de tanta maravilla. Pero, ¿cómo huyes cuando estás atrapado en una telaraña de curiosidad?  
“Mírame.”
Lo vi por entre mis piernas, totalmente abiertas; levantó el rostro para que supiera: sus párpados estaban pegados como los de un feto.
Tomé cuidadosamente de su mano las tijeras…
"¿Por qué te fías de mí?".
"Pienso que es una aventura".

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