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domingo, 25 de noviembre de 2012

La línea


La linea adquirió una rigidez poco admirable. Se veía delgada, sin ganas de jugar. Repentinamente muda me volteó a ver, y la llamé hipócrita y me llamó indisciplinada. Me dejó totalmente callada.
Pero de pronto surgió en mí un cosquilleo, como su hubiera abierto una puerta y solo hay una oscuridad reconfortante, sabrosa, dentro del cuarto. Una infinidad de cosas prohibidas e invisibles.
Recobré el gusto por la línea, recobré el gusto y fantaseé con ella, hice el amor con ella e intentó hacerme confesar.
¡Qué sabroso el jaloneo!
Que jugoso vértigo el mirarte en un espejo quebradito sintiendo ganas de penetrarlo todo y convertirte en reflejo.
Me fui, me fui, me fui con la línea; me fui y me zangoloteó y me depositó toda su confianza.
Hasta que te acostumbres, me dijo. Y en ese momento, sin responder nada, vi en el horizonte una gran montaña, tumbando edificios, destrozando casas, alzándose sublime-mente como un largo y gran aviso. Me arrodillé ante ella queriendo confesarlo todo. Extendí los brazos hiriéndome un poco el pecho.
Fui creyente, fui creyente de todo, hasta de las lagañas y de mis propias palabras; fui ferviente adoradora de las rocas, de lo oscuro y de todos los males terrestres.
Pero poco después caí agotada y entendí que aún no soy tan fuerte.
La línea solo rió y me dijo: Probablemente continuaremos, probablemente la próxima vez te alzarás tú sobre mí. 
Pobre línea soñadora que morirá esperando ahí...

Carta para usted


Comí en silencio. Usted tenía que estar ahí en el primer bocado. Lo esperaba, aunque supongo que usted debe estar bastante preocupado. ¡Pero los hombres aman estar preocupados, así que no me preocuparé más por usted!
Le cuento que comí en silencio, otras veces me parece insoportable comer así; y también  renové mi gusto por oír a los coros de la iglesia; le cuento porque usted debe entender muy bien eso de los ángeles y las voces.
Fui a la iglesia y vi un rostro, uno muy peculiar. Tenía el cuerpo bañado de tela guinda y una barbilla muy firme. Era un rostro adolescente o un rostro sin edad, ¿qué no es lo mismo?
Se parecía lo suficientemente a usted para que lo sujetara con mis brazos.
Por qué no cantas, le pregunté, y me tosió en la cara como respuesta.
Me enfadé, me enfadé mucho porque, en efecto, era como si usted me estuviera tosiendo en la cara. Sé que no tiene sentido porque era un chico que no era usted, pero así pensé en ese momento, me sentí atormentada.
Ese mismo día fue el que comí callada, abriendo solo lo necesario la boca, para que entrara ese asqueroso arroz. Ese día fue el que sentí que usted no me quería, pero esas ideas parecían nuevas, aún no las aprobaba una parte de mí y me quedé dudando…
Para eso le escribo, para preguntarle si me quiere usted y si quiere tomarse un tequila conmigo o escuchar a los niños cantar.

No se preocupe, no espero pronto su respuesta, solo me amenazó la curiosidad. Espero no irritarlo ni tampoco dejarlo tranquilo, espero que se quede pensando en sus cabellos y los míos, agrupados, anidados, enredados como el río. 

sábado, 10 de noviembre de 2012


Es muy interesante lo que sucede aquí,
pero extraño la selva.
Salgamos a beber el sol.
Salgamos a contaminar un poco más las calles.
Salgamos a patear piedras.
Ingenuas aves de rapiña.
Ingenua juventud toda la noche.
Me ahogo en el sudor que chorreamos.
Es muy interesante.
Torbellinos femeninos.
Tormenta varón.
El foco rojo marca precaución demasiado tarde.
Salgamos a violar a la muerte
para medir nuestra amplitud.
Que otros se queden en casa,
los lectores atentos,
que ellos se guarden
mientras nosotros nos apretamos el cuello.
No es necesario proponer
que nos sintamos reyes,
eso ya lo hacemos
y no es ningún secreto.

Extraño la selva,
Donde todos son changos y jaguares.
Donde las joyas son de madera.
Extraño la música de mis pies en la tierra.
La ingenuidad sabia
que se arrodilla frente a una tormenta lejana.

Los caminos se hacen estrechos
para señalar por dónde.

Salgamos a patear piedras
mientras buscamos
cómo volver a la selva. 

Acumulaciones


Acumulo gritos
deseos de complicidad
Con más frecuencia
siento que la guerra se acerca

Mi pecho se siente herido
y de vez en cuando
denso
denso
denso

El diablo le ordena que me ame
y el dios brillante le advierte
que no soy divina

Acumulo gritos
acumulo horror en los senos
en las manos que quieren ahorcar algo

Acumulo secretos ardientes
acumulo fiebres y remordimientos
vértigos lamentables
dolor

Entre ciudades con niebla
entre marineros y joyas
entre tumbas y plazas públicas
se acumula en mí
una cascada infinita…

viernes, 9 de noviembre de 2012

Nausea


Que bueno que no estás aquí para ver como me muero de frío, que bueno que nunca he sido tan real, que bueno que no me estudias con cuidado, que bueno que no sientes esta nausea que siento yo.
Creo que me amas inconstantemente en secreto.

Están cerradas las puertas, hoy más que nunca, porque nadie toca en ningún momento para querer entrar.

Ella acomodaba cosas en los cuartos y ponía inciensos, cantaba todo el tiempo. Ahora, este pasillo tan largo solo tiene cuadros en blanco y negro. 

¡Qué fría es la memoria! ¡Qué pocas personas recuerdo!
Y la mitad soy yo.

Eres un gran amante ¿sabes? Pero eres poco explorador.
Que bueno que no estas aquí porque te destrozaría, que bueno que no eres un tema trivial cuando platico conmigo.

Creo que piensas que no estoy de acuerdo contigo, pero sí lo estoy.
Estoy de acuerdo con que no quieras que abra tanta puerta.