Cuando estábamos en el supermercado y yo narraba lo que
pasaba en el momento como si ya hubiera pasado antes, como si ya desde ese
momento fuera un recuerdo, me entraron unas ganas tremendas de hacerla sufrir.
No recuerdo bien (porque todo fue un sueño desagradable) si eran melones o
alguna otra fruta redonda la que yo partí con un cuchillo que apareció en mi
mano y ella se puso a llorar a consecuencia de ese acto tan sencillo. Llantos
intercalados con carcajadas, una cosa nueva, impresionante, rarísima. Yo no me
asusté, seguía narrando en mi cabeza lo que anotaría después. Era un
experimento tenebroso. Conocer esa parte de ella, que nunca en la vida real
conocí, me despertó. Seguro les ha pasado que se asustan de sí mismos al despertar,
no durante el sueño, porque hicieron algo maligrno que salió desde sus entrañas, pues, ni eso me pasó a mí. Desperté tranquila y me sentí
poderosa, como la bruja malvada de un cuento que acabó hace mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario