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martes, 8 de mayo de 2012

Fabián

El mesero de nombre Fabián me dijo "señorita" con mucha dulzura.
-¿Todo bien, señorita?
-Todo bien, gracias.
Cuando el me dijo su nombre yo no dije el mío y el no preguntó, mejor así, me dije. Iba casi en pijama y mis ojos se veían pesados y turbios. Aún así le sonreí. Se alejó y seguí leyendo. Cuando leo hago muecas como si fuera todos los personajes en uno, no lo puedo evitar. Miré a mi al rededor para ver si alguien había visto la vergonzosa mueca que acababa de hacer, era como de asco y sorpresa. Nadie, mas que Fabián con una carjacada apretada en su boca. Bajé la mirada y me dió un golpe de calor por la pena. Se acercó de nuevo a preguntarme si estaba yo bien y no aguanté la risa. Reímos los dos, mucho, una risa que no tenía que ser explicada, una risa dulce, como todo él, una risa que limpió la lluvia que acababa de caer. Nunca más volví a ese café, el café era muy malo, pero recuerdo a Fabián como un perro recuerda al bombero que lo rescató.

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