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sábado, 29 de septiembre de 2012

Ciudad espiral


Hoy vi pasar un hombre vestido de vagabundo. A pesar de su pie derecho vendado, con una bolsa sujetada por nudos, cojeaba poco. El hueco sin pelo en su cabeza me dijo que alguna vez se hizo mucho daño y mil historias surgieron en mi mente.
Se agachaba cuando veía una colilla de cigarro, verificaba si aún tenía tabaco para fumar, pero en ese tramo, no tuvo suerte.
Pensé que tal vez algún día yo podría estar en la misma situación. Los giros que da la vida siguen formando un espiral.
Pasó al lado de mí, de mi cigarro prendido y se le quedó viendo, tranquila pero tristemente. Pensé en darle mi cajetilla o un par de cigarros al menos, pero mi mano no entró en mi bolsa, se quedó paralizada, hipnotizada, fumigada por no sé que demonios.
Un fuerte viento me azotó el cabello en la cara y estuve ciega unos segundos.
Al volver mi vista, el hombre vestido de vagabundo ya estaba del otro lado de la calle, lleno del sucio polvo de esta cruel ciudad.
Mi camión llegó soltando chirridos y humo negro y, como un pequeño y torpe robot, me subí en él.
Llegué a mi techo cálido, a mi cocina de mangos y guayabas, pero igual que aquel hombre, llena del sucio polvo de esta ciudad espiral. 

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