Se tentó los hombros, como si tuviera tentáculos. Se tentó
los hombros pensando en ella, por lo tanto, en él.
Se quitó unas vendas que ya no necesitaba y su piel sintió
la exhalación de la tierra, por lo tanto, la de él.
¡Qué armonía su piel! Es decir, qué armonía los cuerpos, qué armonía pensar en que sus dedos bien
podrían ser los de él, y por lo tanto, lo son.
Se tentó después la cara, como descubriéndola de nuevo e
inhaló la dulce peste de toda la ternura del mundo, por lo tanto, lo inhaló a él.
Toda la noche, como si tuviera tentáculos y nariz de lobo, alcanzó a cubrir el mundo, es decir, lo alcanzó a él.
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